LA CENTRALIDAD POLÍTICA DE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES
Boaventura De Sousa Santos. 1
Transitamos momentos difíciles, que nos interpelan desde nuevos lugares. El intento de reinstalación de un esquema social neoliberal, un momento de reflujo en la política latinoamericana en un mundo que cruje y con una innegable crisis de sentido de los partidos tradicionales vuelven a ser parte de la escena cotidiana. Esa crisis de sentido se expresa también en los debates dentro de los partidos de izquierda o progresistas y sus formas de construcción política. Por su parte, al igual que durante toda la década del noventa, los movimientos sociales recuperan la centralidad, emergen y se consolidan como sujetos de cambio. Las mujeres, les jóvenes, trabajadores y trabajadoras de la economía popular, que desde hace décadas vienen construyendo en las barriadas humildes, en las universidades y en las calles opciones concretas para resolver las diferentes demandas sectoriales, se vinculan y entrelazan en una lucha unificada.
Se vuelve imprescindible entonces revisar las formas de acción y construcción política, los modos de representación y organización. Es necesario hacerlo de manera respetuosa pero sólida en términos teóricos y contundentes en lo que hace a las prácticas políticas. Proponemos a partir de aquí repasar algunos interrogantes que nos permitan arribar a nuevas y mejores conclusiones, siempre en vista de un mejor presente y futuro para nuestro pueblo. Pero sobre todo entendiendo que el único modo de que la realidad del pueblo cambie, es incluyéndolo en el proceso de participación política, social y cultural como actor estratégico y capaz de decidir sobre su propio destino.
Un poco de historia: los movimientos sociales en nuestra región. De Seattle a Porto Alegre y después…
Es importante, comenzar haciendo un poco de historia para poder comprender el nivel de centralidad política y social que han alcanzado los movimientos sociales. Como afirma un referente de la resistencia construida al neoliberalismo, Carlos “el Perro” Santillán:
Por supuesto, que siempre –desde la dictadura a esta parte- ha habido contracultura de esa cultura hegemónica que proponían. Y esa contracultura también empezó en expresiones teatrales, musicales, de otras formas, que van canalizando los jóvenes, casualmente, para poder empezar con una resistencia más profunda: de los jóvenes, de los obreros, de los campesinos y de toda la respuesta que se dio al neoliberalismo en los años ’90. 2
La expresión contrahegemónica dentro del período histórico de consolidación del neoliberalismo durante la década del noventa en la región han sido los movimientos sociales. Los mismos han logrado tener mayor influencia en el momento en que el modelo neoliberal comenzó a mostrar sus límites. Ya que no podía sostenerse frente a los niveles de desigualdad existentes, la desocupación como fenómeno central dentro de las problemáticas sociales y políticas y una evidente expresión de rechazo a los partidos políticos tradicionales. Como explica Basualdo, producto de la creciente ilegitimidad del sistema político y las dificultades de las fracciones sociales dominantes para abarcar al menos mínimamente las aspiraciones y necesidades de los sectores populares.3 Esto produce una crisis en la constitución del sistema partidario que impacta en la sostenibilidad del bloque histórico neoliberal en el país y culminó en un estallido social, durante las jornadas del 19 y 20 de diciembre del 2001. El “que se vayan todos” inundaba las calles, caía así el gobierno de Fernando De La Rúa y se sucedían en el cargo 5 presidentes en una semana. Expresando la inviabilidad del sistema político establecido y los límites del modelo de acumulación vigente. La visión del mundo construida en la hegemonía neoliberal era fuertemente cuestionada, los sectores dominantes no podían articular una propuesta política que tradujera su influencia económica en conducción social, cultural y política. En este marco, los movimientos sociales a partir de diferentes estrategias de organización social y con una impronta de resistencia a la aplicación de las políticas neoliberales comienzan a adquirir protagonismo en la escena política y se establecen mecanismos de articulación entre diferentes experiencias latinoamericanas. En particular la conformación del Foro Social Mundial de Porto Alegre y el movimiento antiglobalización.
En esos años, el neoliberalismo en Argentina se caracteriza por las privatizaciones, que realmente producen un estrago político, social y cultural con el tema de la desocupación. Entra en escena otra figura que no se tenía antes de los ’90, que remite al desocupado. Entonces el desocupado busca formas, canaliza formas de organización para dar respuesta también a ese terrible flagelo. 4
Surgen entonces los movimientos de trabajadores y trabajadoras desocupados y desocupadas. Estas organizaciones tenían como metodología central de protesta el corte de ruta y como acción territorial el desarrollo de iniciativas que venían a “emparchar”, intentar resolver aquellas necesidades sociales de las cuales en Estado no se hacía cargo. Alfabetización, terminalidad de primaria, postas sanitarias, comedores, reparto de bolsones de alimentos, reclamos por planes sociales y copas de leche para que niños y niñas accedan al menos a una comida diaria eran –y siguen siendo- las necesidades insatisfechas de una parte de la población. Comienzan a aparecer los comedores populares que se organizan en las propias casas de los compañeros de las villas que prestan algún lugar y con los recursos que el mismo barrio provee.
Estos movimientos adquieren en el 2001 un rol protagónico
Entonces ante este nuevo embate contra lo que se proponía como hegemónico van apareciendo nuevas alternativas de lucha que tienen que ver con un proceso evolutivo de los ’70 para esta parte y que son los cortes de ruta. En los ’90 se multiplican: estas puebladas llevan adelante cortes grandísimos, que van mellando de alguna manera al gobierno de Menem en ese momento. Y así se llega al 2001, con el gran reventón que significó el Argentinazo el 19 y el 20 de diciembre. 5
Pero los movimientos sociales no se detuvieron ahí, persistieron en la lucha, transitaron largos caminos. Ente ellos es destacable el alcance organizativo y propositivo: el desarrollo de la economía popular, las cooperativas de trabajo, de vivienda, la capacidad de articular durante estos últimos años propuestas legislativas como lo fueron, en el caso de Argentina, la emergencia social, consiguiendo su aprobación a partir del juego indudablemente político, con representatividad, flexibilidad y generando consensos.
En el caso del movimiento de mujeres, que puede ser considerado un movimiento social con mayor desarrollo a escala global, ya que trasciende las barreras de los países, logran marcar agendas desde la calle y en ese mismo movimiento proponer la alternativas, empujan leyes, marcan agenda pública. Esta relación, tan estudiada entre otros, por el intelectual portugués Boaventura de Sousa Santos durante tantos años, tiene hoy más fuerza que nunca. Es necesario incluir en la historia de las luchas a los movimientos sociales con la centralidad que se merecen, darle el espacio para que se desplieguen políticamente porque se lo han ganado. Y porque la posibilidad efectiva de revertir las situaciones de injusticia social en un nuevo devenir neoliberal está de la mano con el amplio desarrollo de estos movimientos y sus capacidades de trazar representatividades políticas que vuelvan esos reclamos propuestas concretas de acción pública.

Las formas organizativas integradas e inclusivas: consenso y no expulsión
Este breve recorrido por la historia de los movimientos sociales, pone en evidencia cómo ha cambiado todo en las últimas décadas. La vertiginosidad de un mundo globalizado, hiperconectado, en el cual la información se torna la mercancía más valiosa, que a su vez deja en la periferia del sistema a las grandes mayorías populares, nos interroga permanentemente. Y nos demanda revisar prácticas, modelos y lenguajes. En palabras de Boaventura de Sousa Santos
Las aguas profundas del continente que ahora afloran a la superficie de la agenda política debido al papel protagónico de los movimientos indígenas, campesinos, afrodescendientes y feministas en las tres últimas décadas. El papel protagónico de estos movimientos, sus banderas de lucha y las dos dificultades de la imaginación política progresista ya mencionadas son precisamente los factores que determinan la necesidad de tomar alguna distancia con relación a la tradición crítica eurocéntrica. 6
Refiere el autor con la tradición eurocéntrica a un modo de ver y hacer política tomando como modelo a las históricas corrientes de pensamiento europeo, que han sido la base sobre la cual se han generado los partidos políticos en nuestro continente. Justamente, el gran aporte que remite el autor es que los movimientos sociales cuestionan la mirada tradicional y europea de hacer política, que no pudo lograr cambios trascendentales en las realidades latinoamericanas. Tampoco en las europeas, de hecho, afirma que los nuevos actores europeos “miran” e indagan acerca del desarrollo de los movimientos sociales latinoamericanos para su propio camino emancipatorio.
La clave parece ser entonces la recuperación de una mirada renovadora y contrahegemónica, enmarcada en un pensamiento situado, aquel que Mariátegui reclamaba con tanta claridad en un grito hermoso de Ni Calco ni Copia, Creación Heroica.
Pero debemos profundizar aún más en los nuevos componentes que necesitamos para cambiar la realidad, si concebimos como válida la premisa de Boaventura, que afirma que hay que romper con la mirada eurocéntrica típica del pensamiento político tradicional, podemos indagar sobre las características que esta manera tradicional implica. Por ejemplo, focaliza en “el partido” en el centralismo y entiende que los movimientos sociales no hacen política, sino que, en el mejor de los casos son herramientas que tienen los partidos políticos para construir más ampliamente, a partir del propio rechazo que los partidos tienen en la sociedad. Algo así como: las personas no creen en los partidos (y omitiendo la pregunta crítica de porqué pasará esto) los movimientos sociales, más legítimos y distanciados de lo partidario, permiten construcción social, que debe ser “ordenada” desde el partido.
Retomando a Boaventura,
La política de izquierda hay que repensarla cuanto antes. No es fácil, en algunos países es muy difícil porque los partidos de izquierda generaron sectarismo interno que liquida la disidencia. Quien tiene la posición crítica es echado o silenciado. Es necesario repensar la lógica de partido como existe. Los partidos, de ninguna manera, pueden tener el monopolio de la representación, hay que encontrar otras formas desde la democracia participativa, de los ciudadanos, de los movimientos sociales, tienen que tener una palabra fuerte de la renovación política. 7
Es decir, esta idea tan enfocada en el partido, en realidad expulsa. Porque entiende que los partidos tienen el monopolio de la representación. El primer problema es que no lo tienen. Justamente por eso, los movimientos sociales crecen. Porque existe una crisis de representatividad de los partidos políticos tradicionales, sean del espacio político que sean. Y porque hacia “adentro” no logran constituir mecanismos que den cuenta de las nuevas formas de participación. Y experimentan las miradas críticas como destructivas en lugar de pensarlas como vínculos con nuevas realidades y contextos. Porque no oyen el grito pelado que viene a pedir renovación política de la mano de nuevas generaciones y del feminismo que cuestiona no sólo la relación entre géneros, sino la forma misma en la que nos vinculamos, aquello que Foucault entendía como Microfísica del Poder, como la forma de dominación que se ejerce a través de los vínculos interpersonales.
En los movimientos sociales populares, hay una mirada cuestionadora “hacia adentro” que lleva a la reflexión, al cuestionamiento sobre la tarea, a detenerse y pensar qué es lo que estamos haciendo, si está bien, si está mal, a no alejarse de las personas, que pueden participar y marcar aquello en lo que no acuerdan, lo que hace que los dirigentes se sientan no solamente controlados sino también acompañados e interpelados y “hacia afuera” cuestionando a la formas tradicionales de hacer política, el movimiento recupera el tema de la participación, pero también la deconstrucción de un mundo desde lo simbólico: revisar los discursos oficiales, los modos de denominar, el sentido común, la hegemonía en términos gramscianos. Esto implica, también, el rol del estado y los medios de comunicación.
Y por último recuperan la subjetividad habilitando el desarrollo pleno de las personas. La construcción de identidades colectivas posibilita una forma distinta del hacer. La valoración del espacio de la escucha, de alguien que considera que tienen algo importante para decir, para aportar, para construir ubica a los sujetos en un lugar diferente al constituido previamente a su participación
La subjetividad es un constructo que, si bien no tiene una definición acabada y unívoca, siempre alude a una estructura interna del sujeto, que lo hace enfrentar la vida desde marcas y esquemas que fue construyendo a lo largo de su experiencia vital. La subjetividad articula lo personal y social, en tanto que se es uno y se es muchos otros a la vez, por lo que un sujeto es individual, social y relacional. 8
Es necesario entender a la subjetividad como proceso y no como estructura cerrada e inamovible, y atisbar entonces la posibilidad de transformación, sobre la propia vida y sobre la realidad que circunscribe y condiciona. Y así abrir lugar a prácticas sociales que sean menos alienantes y/o desiguales para quienes están en posiciones subalternas.9 Lo social naturalizado, incorporado y adherido puede ser puesto en debate. Esto implica necesariamente ese encuentro con otros, que vivencian lo mismo, que comparten situaciones de subalternidad. La intersubjetividad posibilita el cuestionamiento del mundo y la historización de ese proceso.
El círculo de la cultura va asumiendo el dinamismo de la subjetividad creadora en un proceso dialéctico de historización.10 Los sujetos se recuperan como sujetos históricos. Imposible no pensar en Paulo Freire y en procesos de participación, que generan conciencia y politizan. Pero implica un salto conceptual, porque lo pedagógico no es ni puede ser aquello que cambie a la sociedad. Sin embargo, cuando lo pedagógico se enmarca en una práctica política que aporta a la transformación del mundo, aparece como herramienta posible de intervenir en la historia, de transformar a la sociedad. Esta es una corriente que parte de la convicción de que los sujetos populares tienen la capacidad de identificar los elementos que los han oprimido y de crear alternativas colectivas, que les permitan transformar las situaciones de desigualdad en las que viven.

Basta de anacronismos: Los desafíos de representatividad política de los movimientos sociales
El aporte político e identitario de los movimientos sociales, contiene una densidad teórica y práctica de múltiples dimensiones para comprender realidades, conflictos, luchas y experiencias organizativas de los pueblos.
Damian Brumer y Natalia Burunov.11
Hace años se viene estudiando, desde diferentes dimensiones a los movimientos sociales, su relación con el Estado, el rol que ocupan en la lucha de clases y la interacción con los partidos políticos. En líneas generales, se plantea aquí una falsa dicotomía: o bien los movimientos sociales son autónomos, es decir, no tienen ninguna relación con un partido político o bien son “una pata territorial” “un instrumento del partido”. Y la verdad, que las nuevas realidades demuestran que ninguna de estas dos categorías puede dar cuenta de la complejidad del fenómeno.
Los movimientos sociales han adquirido en la actualidad la centralidad de la política. Porque establecen agenda, porque desde la calle construyen propuestas, invitan a enlazar demandas y logran tener representatividad política. La clave, en particular en Argentina, parece estar enmarcada en la posibilidad de unificación que los movimientos sociales, han logrado. Cierto grado de cohesión entre las diferentes expresiones y actores, como lo es el triunvirato de San Cayetano, que orientado hacia objetivos comunes reúne sus esfuerzos en un camino de unidad. Esto, ¿Cómo se llama sino hacer política?
La raíz de los debates radica en la interpretación sobre los cambios producidos en las últimas décadas en la forma de acumulación capitalista, en la pérdida de protagonismo de organizaciones políticas tradicionales, y en la llamada crisis de representación de las estructuras de gobierno.12
En síntesis, referimos a nuevos modos de concebir la realidad, con otra cosmovisión del mundo y de la vida. Contemplar las formaciones de clase y modalidades organizativas con mayor flexibilidad, y por supuesto, a sujetos sociales como protagonistas, con nuevos lenguajes y modalidades de acción, el rol activo de cada persona como transformadora de su propia realidad, puede permitir, como dice Carlos Vilas, extender el carácter “popular” de los movimientos sociales, concepto que por incluir la dimensión político-ideológica, además de la económica, puede contener a sectores medios de la sociedad en la medida en que se autoidentifiquen como dominados y, como tales, se opongan a los dominantes.
Los movimientos sociales no son ni pueden ser, meras herramientas, con fines instrumentales de un partido que centraliza el poder y no se cuestiona la distancia creciente que lo separa de la sociedad. Los movimientos sociales, deben ampliar su representatividad política, proponer nuevos modos de hacer y pensar. Desaprender el camino eurocéntrico y darse cuenta incluso, que nuevos actores políticos de otras partes del mundo, mira para acá, en la búsqueda de nuevas formas organizativas emancipadoras.
Los movimientos populares, no deberían tampoco caer en el autonomismo, que sitúa la lucha social y cultural como “puras” y desvinculadas de la “suciedad” de la política.
Los movimientos sociales hacen política día a día, de mil modos, y deben construir propias estrategias y herramientas políticas, adquirir representatividad e interpelar a una sociedad que espera, ansiosa, por nuevas maneras de hacer. No se trata tampoco de seguir una lógica de presión sobre el poder político, sino de construir nuevas legitimidades frente a problemas nuevos. Por eso no se puede dejar de lado la disputa en el espacio público.

REFERENCIAS
1 – 8 de Septiembre de 2016 Disponible en: http://lanzasyletras.org/2016/11/08/boaventura-de-sousa-sant
Es Doctor en Sociología del Derecho. Se lo reconoce por su trayectoria en la investigación sobre el rol de los Movimientos Sociales y su participación activa en el Foro Social Mundial.
2 – Entrevista realizada por quien escribe a Carlos “Perro” Santillán, el 15 de febrero de 2012
3 – Basualdo, Eduardo M. Sistema Político y modelo de acumulación en la Argentina. Notas sobre el transformismo argentino durante la valorización financiera (1976-2001), Buenos Aires, 2001, Universidad Nacional de Quilmes, Primera edición, Pág. 27
4 – Entrevista realizada por quien escribe a Carlos “Perro” Santillán, el 15 de febrero de 2012
5 – Entrevista realizada a Carlos “Perro” Santillán, dirigente paradigmático de los movimientos sociales durante la década del noventa, realizada el 15 de febrero de 2012
6 – Descolonizar el Saber, Reinventar el Poder, Boaventura de Sousa Santos, Editorial Trilce, disponible en http://www.boaventuradesousasantos.pt/media/Descolonizar%20el%20saber_final%20-%20C%C3%B3pia.pdf
7 – Los Movimientos Sociales son la Esperanza en Colombia. Boaventura de Sousa Santos. 16 de septiembre de 2018. Disponible en http://lanzasyletras.org/2016/11/08/boaventura-de-sousa-santos-los-movimientos-sociales-son-la-esperanza-de-colombia/
8 – Jara Tapia, Claudia, “Sobre el falso concepto de participación en educación”, CISMA, Revista del Centro Telúrico de Investigaciones Teóricas. N º 1. 2º semestre. 1-10. Pág 7
9 – Op Cit Pág 8
10 – Op Cit. Pág. 13
11 – Movimientos sociales. Enfoques sociológicos. Damián Brumer y Natalia Burunov, Capítulo 9 Disponible en
http://blogs.unlp.edu.ar/introdsocio3/files/2017/03/Movimientos-sociales.-Enfoques-sociol%C3%B3gicos.pdf
12 – Op Cit.